El siglo XVIII fue un siglo donde el hombre elegante se vistió con sumo cuidado, decoró sus puños, utilizó encajes, botones extravagantes y medias de seda, se cubrió de joyas, se maquilló y se permitió un espacio para la fantasía y la delicadeza (imágenes 35 y 36).
Destaca la extravagancia de la moda masculina afines del siglo XVII y comienzos del XVIII, época dominada por el aura de Luis XIV, el autoproclamado “Rey Sol” (imagen 20, Jubón). El protocolo de la corte europea obligaba a los cortesanos a contar con una reserva considerable de trajes.
Luego, a partir de Luis XV, la casaca se convirtió en un ‘habit’, acortándose y perdiendo un poco su holgura, mientras que la chaqueta redujo sus faldones y perdió sus mangas, transformándose en el chaleco. El conjunto casaca, chaleco y calzón formó lo que pasó a llamarse a partir de ese momento, el terno a la francesa.
Durante el reinado de Luis XVI la casaca de terciopelo, cincelado o de faya de seda lisa , se enriqueció con abundantes decoraciones florales, mientras que el chaleco se transformó poco a poco en una pieza autónoma, cuyo fondo claro pasó a ser un soporte para el arte del bordado.